San Salvador, 18 oct (Prensa Latina) Es triste, para los auténticos amantes del baloncesto, que la formidable coronación de Los Angeles Lakers en las finales de la NBA se diluya en la comparación absurda, estéril y forzada entre LeBron James y Michael Jordan. Aburre, en verdad, y realmente importa bien poco…
En vez de perderse en esas nimiedades, mejor sería apreciar en su justa medida el hito que selló la franquicia angelina para poner fin a una década sin títulos ※igualando a los Boston Celtics en coronas (17)※, como el mejor tributo posible al gran Kobe Bryant (1978-2020).
Fue una temporada atípica, interrumpida por la pandemia de la Covid-19 y reiniciada con un riguroso protocolo sanitario que permitió continuar la contienda sin que se reportara un solo contagio entre jugadores,una experiencia sin precedentes para el deporte profesional en Estados Unidos: totalmente aislados, examinándose casi a diario y enfocados en jugar, avanzar y ganar.
Además, la liga aprovechó la plataforma para lanzar su mensaje social contra el racismo y la brutalidad policial, con un activismo que ratificó el empoderamiento de los atletas, que también en esto tienen a LeBron como su mejor exponente.
El «Rey» se consolidó como el baloncestista más completo de esta época, y a sus 35 años de edad y 17 en la NBA, ganó su cuarto título con tres franquicias distintas, siendo el Jugador Más Valioso (MVP) en cada una de ellas y rompiendo récords en cada salida.
Con James brilla la individualidad, pero por paradójico que suene, se sublima el colectivo: su liderazgo sacó lo mejor de una comitiva en la que, salvo el imponente Anthony Davis, los demás «laguneros» no son superestrellas, pero hicieron bien sutrabajo.
Por ejemplo, el veterano Rajon Rondo mostró la inteligencia, las habilidades y el carácter por el que llegó a ser considerado hace una década el mejor base de la liga; Alex Caruso fue un genuino obrero que hizo de todo, y Kentavious Caldwell-Pope fue un azote ofensivo.
El técnico Frank Vogel supo hacer los ajustes necesarios, dosificó a sus jugadores, insufló confianza en quienes la necesitaron (Danny Green, Markieff Morris, KyleKuzma, Dwight Howard) y silenció a quienes subestimaron su auténtico protagonismo en el lateral.
Otro mérito para esta corona de los Lakers fue habérsela ganado a un Miami Heat que no les regaló nada, y sin figuras con rango de estelares ni un ápice de favoritismo, les plantaron cara y regalaron una saga de lujo para la historia de las finales.
Culminó así quizás la temporada más exigente y peculiar de la NBA, pero la liga dirigida por Adam Silver enfrenta ahora el reto de volver en 2021 sin «Burbuja» y con los equipos necesitados de abrir sus esta- dios para recaudar. El espectáculo debe continuar…